Está situado dominando el río Cervantes, en la desembocadura del Doiras, y es quizás el monumento más conocido y característico de la Serra dos Ancares. Situado en la parroquia de Vilaspasantes, en el Ayuntamiento de Cervantes, se encuentra el Castillo de Doiras, también llamado de Ponte de Doiras, Ferreira, o de la Ferreiría, quizás por su proximidad a la herrería de Fonquente. A 700 m de altitud, dominando el río Cervantes o Cancelada, en la desembocadura del Doiras.
“Situado a 700 m. de altitud, en la desembocadura del Doiras, es quizás el monumento más conocido y característico de la Sierra de los Ancares”
Se divisa allá en lo alto desde muy lejos y despierta la atención y los recuerdos, la historia y la leyenda.
De muy difícil acceso, salvo por su parte sur, por donde llega el camino, está situado sobre dura roca, lo que la convirtió en una de las fortalezas más impresionantes de Galicia. Su puerta de entrada se abre a cuatro metros de alto; era imposible acceder a ella sin escaleras o ayuda interior.
Se cree que se remonta al siglo XV. Su planta es rectangular (25 por 21 m), y sus muros tienen 8 metros de alto y 1,5 de ancho. La altura, no obstante, es desigual, debido a los desniveles del terreno. La Torre del Homenaje alcanza los 14 metros de altura, y tiene planta rectangular (10 por 8 m) con muros de 2 metros de grosor.Fue del conde de Graxal de Campos, Señor de Cervantes, título que hasta 1909 ostentó el duque de Sesto.
Gil Ramil, Julio. "Os Ancares, Fuerza Vital", Everest (1994)
A DONCELLA CERVAExiste una leyenda vinculada a este castillo:
En el castillo de Doiras moraba un caballero de nombre Froiaz, con dos hijos: Egas y Aldara.
El hijo de otro señor de un castillo cercano se enamoró de Aldara. Su amor fue correspondido y, con el consentimiento de los padres, se anunció la boda.
Una tarde, Aldara desapareció del castillo. Padre y hermano, criados y escuderos, incluso su enamorado, acompañado de sus gentes, fueron en su busca por montes y bosques, por chozas y caseríos... después de algunos días de búsquedas infructuosas, consideraron definitiva la pérdida de Aldara, imaginándosela malherida por algún jabalí, algún oso o devorada por los lobos...
Un día Egas, estando de caza, divisó una hermosa cierva blanca. De un disparo único y certero terminó con la vida del animal, pero no se había percatado de que era imposible llevarla hasta el castillo por su peso excesivo (o, tal vez, porque la nieve dificultaba el transporte), así que le cortó la pata delantera a la cierva (para señalar que el animal le pertenecía, o para poder mostrar un trofeo que diese cuenta de su hazaña). Y cuando fue a mostrarle a su padre la pata de la cierva, contándole el éxito obtenido, atemorizados, vieron como lo que Egas sacó de la bolsa fue una mano; una mano fina, blanca, suave; una mano de doncella hidalga. Y en uno de los dedos de aquella mano relucía un hermoso anillo de oro con una piedra roja. Padre e hijo se acordaron de que aquel era el anillo de la malhadada Aldara.
Con ánimo dolorido corrieron hacia la cima del monte, hacia el lugar donde Egas había matado a la cierva. Allí encontraron, tendido en el suelo, el cadáver de Aldara, a quien le faltaba una mano.
Según lo que cuenta la leyenda, algún moro debió de encantarla en figura de cierva, y la muerte se encargó de devolverla a su estado natural de doncella. Pero jamás se pudo saber el motivo.

